Raúl, integrante de Forjar Oportunidades, y a quien le gusta construir aviones de cartón, logró que los niños de su barrio en Buenaventura, mediante una acción de ciudadanía, dejaran volar sus sueños y hacerle el quite a la violencia. Acá su historia.
A Raúl siempre le ha encantado construir aviones. Los hace desde muy chico y siempre con los materiales que tiene a mano, como papel o cartón. Hace poco, incluso, este joven de 19 años convirtió una calle de Buenaventura, en una especie de aeropuerto. Él, por supuesto, fue el piloto.
Raúl, quien es beneficiario de Forjar Oportunidades, programa que la Fundación Sidoc puso al servicio de la alianza Compromiso Valle, aprovechó una acción de ciudadanía para sacar de la monotonía a los niños de su barrio. En ese sector, a través de una jornada lúdica, Raúl logró entonces que unos diez pequeños se subieran, por primera vez, a un avión. O a muchos aviones.
“La actividad se me ocurrió porque veo desde hace tiempo a los niños jugando con barro y piedras. Lo que hice fue conseguirme unos pedazos de cartón, comprar cartulina, dibujar los aviones, armarlos y decorarlos con marcador. Cuando ya tuve listos los aviones me les acerqué a los niños y les dije que yo tenía otros juguetes que eran mejor para ellos, que no tenían necesidad de ensuciarse y que además los podían guardar en sus casas. Los niños se alegraron, jugaron todo el día, les tomé fotos y les enseñé cómo utilizarlos”, dice Raúl.
Además, explica muy seguro, “esta actividad la hice porque desde hace tiempos, desde que yo era niño, me han gustado mucho los aviones. Pero también porque hay momentos en los que estoy aburrido y con lo que tengo a mano hago los aviones, así sean de papel, y esto me genera demasiada felicidad, me quita el estrés y me hace pasar el día de una mejor manera”.
Y es que cuando Raúl habla del estrés, en parte, se refiere a lo que ocurre en el barrio en cuanto a dinámicas de convivencia, de violencia, de fronteras invisibles y demás, y que en este último tiempo se ha intensificado. “Cuando hablo de estrés me refiero a la tensión que siente la comunidad, que sienten los niños. Por eso esta actividad hizo que todos estuviéramos ocupados, con la mente en algo específico, así fuera por un día. Haciendo este tipo de cosas siento que desarrollo mi conocimiento, pero también me siento feliz por los niños. Muchos padres, incluso, me agradecieron”, cuenta.
Tal vez Raúl no lo sepa, mucho menos los niños, pero ese día, gracias a esa acción de ciudadanía, todos cruzaron las fronteras invisibles de su barrio con aviones de cartón. Sin riesgo alguno, en paz, dejando volar sus sueños.
Los sueños de Raúl
Raúl, el joven que ha construido aviones desde muy chico, ahora sueña con montar uno de verdad. Lo dice y su tono de voz cambia un poco, como si realmente eso fuera lo que más deseara en ese instante.
“No he montado en avión, pero me gustaría mucho, sería algo muy chévere, un sueño. Toda mi vida los he visto pasar por el cielo de Buenaventura y siempre pienso cómo es posible que una vaina así de grande ande en el aire como un ave, con esos materiales tan pesados. Cómo un ser humano es capaz de colocar a volar una cosa así, me quedo aterrado y me parece muy bacano”, expresa.
Raúl se graduó del colegio en diciembre pasado, por ahora está feliz en el programa Forjar Oportunidades, del que dice “me parece genial todo porque tienes varias líneas de acción que son importantes y busca que alguno de los sueños que tengo se materialice”.
Más adelante, Raúl tiene pensado estudiar dos carreras: Ingeniería Aeronáutica y Administración de Empresas. “Creo que primero estudiaré Administración, montaré algún negocio y cuando todo esté funcionando bien, buscaré lo de la Aeronáutica, quién quita que alguna vez llegue a hacer, aunque sea, un avión para mí”, dice Raúl, otra vez, con ese tono de voz que suena tan seguro.